Ayer 1 de febrero se cumplieron 18 años del desastre del Columbia.
Aunque la tradición -y el sentido común- mandan celebrar los aniversarios de los logros, los éxitos y las innovaciones y no de la de los accidentes, desastres o fracasos, también es merecido rendir tributo a todas aquellas personas - no sólo astronautas- que perdieron la vida o sufrieron accidentes con motivo de la exploración espacial.
En un año en que se cumplen 40 años del magnífico programa del transbordador espacial y sus fabulosos 30 años de operaciones, merece la pena recordar todas sus logros y su carácter revolucionario, pero también el carácter heroico, apasionado, valiente y vocacional de toda la gente extraordinaria, de cualquier nacionalidad, que ha dedicado su tiempo a tamaña hazaña de la raza humana.
Ingenierios, científicos, astronautas, militares, civiles de todo tipo han perdido la vida en distintos accidentes relacionados con la descomunal tarea de pasar de empezar a volar a salir de la Tierra y hacer planes para la colonización de Marte en apenas cien años.
La lista de accidentes es demasiado amplia y mejor hubiera sido que no se produjera ninguno. Pero a escasos días de tomar tierra una vez más en Marte, atravesar lo que la NASA ha llamado los 7 minutos de terror al entrar en este otro planeta, y en el momento es que estamos recordando tanto los fracasos marcianos como la dificultad de llegar a un 90% de éxito en las misiones, conviene recordar, y rendir todo el tributo, a toda esa gente que ha dedicado su tiempo, talento y esfuerzos a todas las misiones, tanto las exitosas como las fallidas.